lunes, 29 de junio de 2009

Caché, de Michael Haneke


CACHÉ:
EL CINE INCÓMODO







Tras participar con “Funny games”, se puede decir que el idilio entre Haneke y el Festival de Cannes comienza verdaderamente en 2001 cuando “La pianista” recibe el Gran Premio a pesar de crear gran controversia por la crudeza de algunas de sus escenas. En 2005 Michael Haneke recibe el Premio a la Mejor Dirección en el Festival de Cannes, certamen en el que participa con “Caché”, que también es galardonada con el Premio FIPRESCI y con el galardón que concede el Jurado Ecuménico –formado por críticos católicos y protestantes-. Asimismo, Caché gana en el Festival de Cine Europeo de Sevilla el premio de la sección Eurimages. La Academia Europea de Cine elige Caché como la mejor película europea del año, y reconoce a Daniel Auteil y a Michael Haneke como mejor actor y mejor director respectivamente. La Academia Europea premia además a Michael Hudecek y Nadine Muse por el montaje de esta película, que consigue alzarse, también, con el Premio de la Crítica. En 2009, Haneke se corona ganando la Palma de Oro por “La cinta blanca” entrando así en el Olimpo del cine.




A lo largo de su trayectoria como director de cine, Michael Haneke se ha distinguido por su afán de meter el dedo en la llaga, de proponer reflexiones que golpean directamente la conciencia del espectador a través de un estilo que ha llegado a ser calificado de “violento”. Más objetivamente, puede afirmarse que su estilo, forjado coherentemente a lo largo de su filmografía, discute las convenciones de la narrativa fílmica tradicional y se define por ser crudo en su puesta en escena, sin concesiones de ningún tipo en sus planteamientos. Haneke suele jugar con personajes a los que maltrata sometiéndolos a situaciones extremas en los que la crueldad de los “oponentes” se apodera de cualquier posibilidad de escapar intacto de las emboscadas en las que se ven envueltos.




A Michael Haneke, desde su etapa en el mundo del teatro, le ha interesado poner sobre el tapete cuestiones filosóficas, eso sí, puestas siempre al servicio de criticar lo peor de la sociedad moderna. No en vano, se atrevió a tomar como referencia a Kafka para llevar a la pantalla su visión personal de “El castillo” (1997). Como Kafka hacía sus relatos, Haneke asalta el orden, la paz, las certezas, la rutina y la seguridad de los personajes que dibuja para cuestionarlas. El ejemplo más claro de este “asalto” es, sin duda, “Funny Games” (1997) en la que una pareja acomodada se ve sometida a una serie de vejaciones en su propia casa por unos aparentemente inofensivos muchachos.
La frecuente utilización de planos de exagerada duración y de planos sin movimiento suelen crear en sus filmes un ritmo difícil, denso y lento que logra un aparente distanciamiento entre el autor y las imágenes, otorgando una cierta neutralidad a la realidad mostrada, siendo el espectador el que se vea obligado a involucrase, a tomar partido emocionalmente en la historia.

LA VISIÓN RADICAL DE LA CULPA


Georges (Daniel Auteil) es un reputado presentador de un programa sobre literatura en televisión. Un día, llega a su casa un extraño videocasete en el que puede comprobarse que alguien vigila sus movimientos. Los envíos anónimos empiezan a sucederse y a ir acompañados de macabros dibujos infantiles. Sin saber quién es el remitente de los envíos ni qué es lo que pretende con ellos, Georges y su mujer (Julliette Binoche) comienzan a destapar sus problemas de desconfianza mutua y se pone de manifiesto la deteriorada relación con su hijo pequeño. Ante la posibilidad de que este problema afecte seriamente a su imagen pública, su trabajo y su familia, Georges denuncia el caso ante la policía y ante la pasividad de ésta, decide intervenir y atar cabos hasta conseguir llegar al quid de la cuestión, lo que le llevará a un desagradable encuentro con lo peor de su pasado.




En “Caché”, Michael Haneke consigue hacer partícipes a sus personajes –y al espectador- de un macabro juego para encontrar al “culpable”. Quizás es precisamente eso (organizar la trama de la película alrededor de la duda sobre quién intenta hacer la vida imposible a este matrimonio) lo más inteligente del guión. Y es que la intriga funciona como soporte para hacer digerible una cruda metáfora sobre la pasividad de la sociedad occidental ante los problemas del Tercer Mundo. Una sociedad que elige callar y continuar con un modelo de vida sostenido en la desgracia de la mayoría. Teniendo en cuenta que el origen del conflicto proviene de una acción de Georges cuando tan sólo era un niño es posible considerar un tanto desmedido que sea a partir de ahí desde donde Haneke despliegue su crítica.



Poco a poco, la trama principal (los misteriosos envíos) va generando otras secundarias -como la crisis familiar o la que compone el pasado de Georges- que terminan por imponerse: como se demuestra en el desconcertante final sujeto a múltiples interpretaciones (desde las más despiadadas hasta las más esperanzadoras) a Haneke no le interesa es crear un whodonit sino elaborar un retrato crítico de la clase burguesa francesa. Para muchos, el interés de "Caché" se desvanecerá precisamente cuando se cansen de esperar una respuesta a las preguntas que la cinta plantea. Sin embargo, más allá de las preguntas y las respuestas, "Caché" supone un complicado retrato de familia: incomunicación, desconfianza, secretos, apariencias, infidelidad... Y, sin duda, merece la pena arriesgar el ritmo de la película si con ello se consigue lo que en esta ocasión se ha conseguido, investigar a través de pinceladas sutiles de la vida de cada miembro de la familia cuáles son las debilidades de esta familia. Detalles sutiles como el póster de Zinedine Zidane en la habitación del hijo haciendo un guiño con la ascendencia argelina del ídolo futbolístico o detalles que incluso requieren agilidad y agudeza visual van completando el significado -que aún así sólo puede completar el espectador según su propia opinión- como en la escena final, que obliga al espectador a quedarse hasta casi el final de los créditos.



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