EL CINE EXAMINADOR
En 2008, “La Clase” gana la Palma de Oro en el Festival de Cannes y, posteriormente, es nominada al Oscar a la Mejor Película de habla no inglesa. En los César franceses consigue alzarse con el premio al Mejor Guión Adaptado. Asimismo, en los premios que otorga la Academia Europea de Cine opta a los galardones de Mejor Película y Mejor Director. “La Clase” ha formado parte de muchos de los festivales más prestigiosos del circuito internacional, como el de san Sebastián.
Un grupo de profesores se reúnen a principio de curso para repartirse los cursos de un instituto de un barrio periférico de París. El profesor de lengua francesa, François, que inicia su cuarto año como profesor en el instituto, se prepara, animado por ejercer la enseñanza lo mejor posible, para afrontar un nuevo curso. Sin embargo, desde el primer día de clase, va a encontrarse con un heterogéneo grupo de alumnos que le van a poner a prueba constantemente, desafiándole con sus continuas faltas de respeto y sus irreverencias. Los alumnos, la mayoría hijos de inmigrantes -marroquíes, chinos, malíes, etc.- ponen de manifiesto una evidente falta de interés por lo que François trata de enseñarles y lo interrumpen constantemente con desafiantes muestras de desaprobación. Mientras el curso avanza, el inicial entusiasmo de los profesores se irá viendo vencido por el pesimismo y por la desilusión de pensar que, hagan lo que hagan, los alumnos problemáticos no van a cambiar nunca, condenándose a un futuro con pocas expectativas.
Los pros y contras del estilo documental
El director de “La Clase”, Laurent Cantet, toma un libro del profesor François Bégaudeau (actor protagonista y co-guionista del filme) para mostrar en la pantalla la relación de los alumnos de un instituto con su profesor de francés. Cantet se sitúa en la ficción pero aprovechando las posibilidades del método documental de captar con cercanía los matices de la realidad. Para ello, elige tomar para su película a un grupo de jóvenes actores no profesionales, consiguiendo exprimirles toda su credibilidad, espontaneidad, veracidad y frescura. No era tarea sencilla, pero Laurent Cantet consigue crear personajes absolutamente reales, creíbles, de carne y hueso. No podía ser de otro modo: los auto-retratos que el François encarga a sus alumnos son, al fin y al cabo, el resultado de toda la película, que se cierra con la entrega de los mismos corregidos. Si bien es cierto que mostrar la complejidad de todos y cada uno de los alumnos resultaba totalmente inviable, hay que reconocer que el retrato que se dibuja de ellos es suficiente, huyendo de meros y frívolos acercamientos.

La película está íntegramente rodada con cámara al hombro (con tres HD filmando a la vez), creando un estilo cercano y dinámico, hecho que se aprecia especialmente en las numerosas secuencias que muestran las constantes discusiones del profesor con sus alumnos. El afán de Cantet por no adulterar y dejar intacta la realidad que le preocupa, puede confundir al espectador, que puede interpretarlo como un chirriante y artificioso intento de neutralidad que, por el contrario, consigue limitar la emoción y reducir el ritmo del filme. De hecho, es importante tener en cuenta que “La Clase” se compone esencialmente de fragmentos de las clases que François imparte en el instituto y de reuniones del consejo escolar lo que, irremediablemente, supone una limitación espacial que puede llegar a saturar al espectador, que paga una entrada para sentarse en un pupitre durante algo más de dos horas. Y aquí no hay recreo. El hecho de que no exista una banda sonora que eleve el tono emotivo y de que no haya cabida para pasajes reflexivos e íntimos “entre clase y clase” desemboca en una linealidad argumental, rítmica y estilística puesta al servicio, sí, de la pretendida veracidad del director, pero que puede terminar por cansar al espectador ávido de sensaciones estrictamente cinematográficas.
¿Ana Frank escuchaba rap?
La clase de la que Cantet nos hace alumnos es una auténtica amalgama de etnias y nacionalidades que a otra escala es un reflejo de la compleja realidad social francesa, en la que los inmigrantes tienen –al menos, cuantitativamente- un peso específico enorme. Como defiende a menudo el escritor y periodista Juan José Téllez, no existen inmigrantes de segunda o tercera generación, y sin embargo, la mayoría tendrá que cargar a lo largo de su vida con ese estigma. Los desganados alumnos se duermen mientras leen en clase fragmentos de “El diario de Ana Frank” se lamentan porque sus vidas “no son tan apasionantes”. Esto es quizás lo más interesante de “La clase”, el hecho de que se ponga sobre la mesa una reflexión sobre la sociedad francesa, la inmigración o el sistema educativo sin posicionarse ni orientar forozosamente una conclusión al espectador.“No es verdad que los alumnos y alumnas de ahora sean peores que los de antes. Son diferentes, pero no peores”. Esta afirmación, recogida en el Manifiesto Pedagógico “No es verdad” impulsado por la red IRES (Investigación y Renovación Escolar) en España es un ejemplo de lo que algunos profesionales de la pedagogía vienen advirtiendo desde hace tiempo: las circunstancias han cambiado, pero no vale de nada alarmarse y estancarse en el pasado. Como ocurre con Ana Frank, la vida de millones de niños, adolescentes y jóvenes está inevitablemente marcada por la alineación de vivir en silenciosamente, exiliados en un país que no les reconoce y que no les presta voz. Cantet no sólo les ha escuchado sino que les ha hecho una película. Los espectadores que busquen una lección de cine en esta película tienen el consuelo, si no la encuentran, de que al menos aprenderán algo sobre la vida de estos jóvenes, protagonistas absolutos de “La clase”.